Tokio.- Desde que conozco a Leonel Álvarez nadie le llama por su nombre, sino por su apodo: “El chino”. Cuenta que a partir de una lesión de menisco cuando jugaba baloncesto en la casa del ciclismo, allá por 1970, cambió la bicicleta de atleta por una moto de entrenador. En esas funciones ya cumple 51 años de trabajo, con medallas a todos los niveles, incluida la única olímpica, de su alumna Yoanka González, en la carrera por puntos de Beijing 2008.
Habla pausado y siempre ríe. Se remonta a su primera cita de los cinco aros en Barcelona 1992 con el equipo varonil de pista, en el que estuvieron a punto de lograr una presea en la puntuación por intermedio de Conrado Cabrera. “Pero le faltaron 25-30 metros para agarrar al pelotón y sacarle una vuelta y ahí se nos fue el podio”.
Años más tarde pasaría a comandar el pelotón élite femenino de esta disciplina, labor “difícil, pero bonita; agradable y complicada a la vez”, en la cual ha tenido que lidiar con novios, padres, amigos y pretendientes. Ha sido consejero y entrenador al mismo tiempo, en tanto aprendió rápido a no provocar ni el más mínimo celo entre ellas, “pues son muy susceptibles si te ven hablando con una y no con otra, si sonríes con una y otra no…”
Le cuesta reconocer por modestia que se ha ganado el respeto, la confianza y admiración de esa selección femenina. Lo felicitan por su cumpleaños, le hacen bromas y sobre todo confían en su capacidad técnica. “Se ha logrado esa química necesaria e imprescindible para trabajar. También son muchos años. He estado prácticamente más con ellas que con mi familia”.
Se arriesga a definir con una característica a los nombres que le menciono. “Yoanka: perseverancia; Yumari: voluntariosa; Marlies: explosiva; Arlenis: fortaleza”. Respira aliviado y suelta rápido el próximo pedalazo sobre la interrogante del momento que guarda con más cariño de todos los vividos en más de cinco décadas.
“Hay muchos, incluso a veces que no terminaron en medallas, pero sin duda, la plata olímpica de Yoanka es una referencia. Ella estaba sprinteando más fuerte que Marianne Vos en ese momento, solo que la sorprendió al sacarle la vuelta y ahí definió la carrera. No obstante, ese día fue muy emocionante”.
El recuerdo le hace incluso volver a los inicios del trabajo con las mujeres, etapas en que los entrenamientos se compartían con varones. “Dábamos la vuelta a La Guayaba y tenía que estarlas empujando porque el ritmo era más fuerte. Eso sin contar que la táctica que utilizas en una competencia femenina se me hace difícil modelarla porque la practicábamos muy poco en Cuba”.
Por un momento se detiene a hablar del futuro. “El ciclismo que viene lo veo flojo. No es como antes. La cantera está floja. Cuando llamas a una atleta que te dicen es un fenómeno y la evalúas te das cuenta que la preparación está bajando”
Asimismo, le preocupa el panorama del ciclismo mundial. “A nosotros nos repercute grandemente porque el nivel tecnológico en el mundo es muy grande y no solo en las bicicletas, sino en el material deportivo en general. Hay otras tecnologías y métodos de entrenamiento que muestran todo, hasta las horas que tienes que descansar en correspondencia con las cargas físicas, etc. El mundo va en ascenso en eso y nosotros seguimos un tin atrás”.
Convencido de que Arlenis tiene todavía para hacer historia en este deporte tras su segunda presencia en Juegos Olímpicos, “el chino” adelanta que quizás sea tiempo ya del retiro para disfrutar en casa con su esposa Noemí y sus hijos. “Tomaré en diciembre la decisión y espero que me entiendan. La meta ha sido alta y modestamente creo haber sobrecumplido con el deporte y con Cuba”.